Subir el volumen
Pensárselo un poquito o cómo sacarle partido al cotidiano acto de no ir desnudo.
I. Si hay algo que no ves venir en la vida son las «intervenciones»: ese bienintencionado aquelarre que se da a tus espaldas, que se entromete en lo más personal de tu vida con el fin de promover un cambio sustancial, evidentemente pensado para mejor, evidentemente porque la cosa se ha ido de las manos o directamente a pique; toda una serie de personas cercanísimas, principalmente amigos y familia, alineadas para el rescate y el bombazo de verdades no previstas ocurriendo en 3, 2, 1...
Así me pasó cuando mis tías decidieron tomar cartas en el asunto tras ver que no, que no iba a un funeral todos los días al salir del trabajo pero en cambio siempre vestía de negro de los pies a la cabeza y prácticamente igual, mientras que entre ropa heredada y sumando años «se me caía el armario». Fuese por pereza, ignorancia, desinterés, llamémoslo como queramos, el caso era que no sabía o no quería saber combinar dos prendas de forma apropiada o, más básico, no sabía qué me quedaba bien y, por tanto, lo más fácil era elegir solo tonos oscuros y repetir sine die.
Vestir bien, algo tan básico como mezclar una parte de arriba con un pantalón y unos zapatos, no era, ni es mi fuerte y aunque como adulta y por un pelín de orgullo, aquel asalto de mis tías sacando todo de las perchas y cajones de mi cuarto, montando un probador y obligándome a desfilar, haciendo fotos que me sirvieran «para luego» como referencia y- lo peor-creando un chat llamado Estilismos Ali en el que debía mandar mis looks pre evento o de diario (muerte súbita) fue un poco chocante, a la par lo agradecí y lo agradezco. Y es que ahora no es que vaya de pasarela pero sí que me sirvió para comprender que el agua y jabón que decía Cecil Beaton aunque vital puede no ser suficiente. Porque si no caminamos como el emperador del traje nuevo, no vamos desnudos y tapamos nuestro cuerpo con algo llamado ropa cada mañana. ¿Por qué no pensárselo un poco más? O mejor, ¿por qué no sacarle partido y ponerla a trabajar?
II. Tengo una amiga que cuando entra en una oficina siempre, SIEMPRE, creen que es la jefa. Se arregla con mayúsculas, se lo curra. Ella dice dress the part, yo digo dress to impress, y no sé qué será lo correcto pero el caso es que no pasa desapercibida.
Conozco otro ejemplo (metiendo Antena 3 por la calle) de una chica que fue la elegida para unas prácticas porque todas las entrevistadas eran prácticamente iguales, pero ella llevaba puesta una chaqueta, se había arreglado para la videollamada, «se lo tomaba en serio» y ante la igualdad, por esa sutil diferencia, era contratada.
Aquellos que aún llevan corbata...
Y yo (yoísmo siempre) que no tengo talento para jugar a las pasarelas, que me hago una foto el mismo día todos los años con una amiga y nos reímos porque vamos prácticamente igual, que no me levanto rockera o sintiéndome parisina, ni tampoco soy muy defensora de ir de punta en blanco al estilo la City de Londres 16 de las 24 horas del día (recuerdo a mis amigas llegando en metro a sus oficinas en zapatillas y poniéndose los tacones en la puerta), pienso que salvo que seas un genio y puedas pasar de todo o crear tu propio uniforme (Lebowitz, Jobs, Zuckerberg, Lagerfeld, Chema de Telefónica...), pensárselo un poco antes de salir de casa, puede cooperar con nuestros objetivos: desde un pensamiento positivo («qué mona va esta chica siempre»), una primera impresión entre desconocidos hasta un inevitable piropo «¿de dónde es esto?» a un proveedor, compañero o cliente con el que hay confianza (al que siempre contestaremos restándole importancia «pues es de Zara»).
Pero cómo nos empuja Zara.
Suit up como diría Barney Stinson o simplemente encontrar ese término medio entre el underdress y el overdress (siempre pasarse es mejor en cualquier caso), ese apoyo estético y material cada vez más necesario conforme te haces mayor ya que, como contaba Alberto Moreno en su último artículo Cosas tontas como la apariencia, las canas salen ya hasta en las cejas y como narraba Sabina Urraca en Escribir antes puedes llegar a notar mientras duermes cómo nacen las estrías de tus muslos, en cambio no conozco a nadie que no quiera abrir un regalo que esté bien envuelto, sin saber qué hay dentro, como las ganas que te dan unas ventanas de colores o un pueblecito blanco. Quieres ir ahí, saber más, sean casas o, en el caso de las personas, sean cerebros.
Decía Rafael Sarandeses, en un reciente post, que «el ojo humano capta 2MB de información por segundo. Y en ausencia de más contexto sobre ti, tu aspecto ofrece muchos megas de información a la persona que te conoce por primera vez».
Qué cierto.
III. En The Bold Type, una serie sobre unas jóvenes profesionales en una revista de moda, una de las protagonistas escribe un artículo sobre una política con looks extravagantes que por sus vestimentas conseguía que no se hablase de las medidas que estaba llevando a cabo y todo se redujese a cómo iba vestida. Me quedé pensando sobre el poder de la imagen y cómo quizá no había que esperar a ser un personaje público para que faldas, camisas y chaquetas bailasen a nuestro son y reforzaran la actitud o mensaje que queremos transmitir.
No hablo de consumismo, no hablo de estrenar ropa a diario, de obsesionarse con el físico, por favor, os lo dice una persona a la que le metieron en un chat llamado Estilismos, pero sí de proyectar autorrespeto, seguridad, de verse bien... ¿Lo cómodo? No hacer nada. ¿Lo práctico? Está todo ahí: vete de compras, entra en Vinted, simplemente abre tu armario. En todas las situaciones. En la oficina, en casa, en la calle, de día y de noche... La ropa puede ser de ayuda.
Hazlo antes de que lleguen tus tías y te digan: «No hay mujeres feas, sino mujeres vagas». Bueno esto lo dijo Coco Chanel y quizá se pasó; a veces falta tiempo, hay otras prioridades, a todo no se puede llegar, pero sí hay algo innegable es que si te lo piensas un poco aunque sea un poquito -esta camisa con esto, con qué quedaría bien este jersey, cambiar de bolso, planchar aquello, darle la vuelta a otro complemento- hoy que ya no hay apenas etiquetas y protocolos, habrá sonido, estarás vestido, pero subirá el volumen. Seas hombre o mujer…
Subirá la predisposición a ser visto y escuchado.
Este articulo de los viernes, en especial en la referencia a la entrevista de trabajo, me hace acordar a un fenómeno que en ingles se llama "enclothed cognition" o "efectos cognitivos asociados a la vestimenta"
https://en.wikipedia.org/wiki/Enclothed_cognition
que está generalmente se cuenta como el "experimento de la bata de laboratorio" donde los participantes disfrazados de científicos puntuaban mejor pruebas de inteligencia en comparación con sus pares de control.
Un pequeño homenaje a tus tías. Yo también agradecida pues no me visto ,me cubro. No es lo mío.